martes, 3 de noviembre de 2009

Macaco + Carolo = Macarolo

Esta historia comenzó hace unas semanas cuando estaba en la calle arreglando a mi camioneta, para quienes no saben, India.

Mientras mis manos se ennegrecían de grasa y aceite un camión rotoso se estacionó al lado mío, lo conducía un hombre de unos 50 largos años que me preguntó si la tenía en venta, a lo que respondí que si pero casi sin darle importancia.

El hombre se bajó del camión dejándolo en marcha y arremetió diciendo “Ah porque yo tengo en venta una Saveiro…”. Pensé un instante y le dije:

- Bueno podría traerla y la vemos, por ahí llegamos un acuerdo, ¿Cuál es su nombre?
- Macarolo, entendí.
- Mucho gusto Macarolo, Tomás es mi nombre.

La amena y extraña charla no se extendió demasiado, pero Macarolo tenía otros planes para mí, y por más que suene un tanto homosexual, él iba a entrar en mi vida, como si supiera que más tarde escribiría acerca de él. Pasados unos 20 minutos apareció este personaje con su camioneta que tenía para permutar en caso de que a mi me cerrara el trato.

La verdad es que estaba en buenas condiciones, y ahora si para los que conocen a India, saben que tampoco soy demasiado pretencioso.

Después de muchas idas y vueltas con Macarolo me encontré hoy a las 9 am en la Esso de Libertador y Corrientes. Estaba nervioso como una quinceañera, sobretodo porque era una jugada que nunca había hecho, ahí mismo yo firmaba un papel entregándole mi camioneta y él la suya.

Y así fue, pusimos los autógrafos correspondientes y desde ese momento tenía camioneta nueva y me desprendía de mi querida chata. Solo quedaba hacer la transferencia para tener la documentación a mi nombre, pero el único, y les aseguro, no menor detalle es que faltaba la verificación policial.

Macarolo me dijo: “Tomá, vayan a hacer la verificación y después se van a hacer la transferencia al registro”, extendiéndome su mano con las llaves de mi vehículo. Segundos más tarde agregó: “Lo que si ponele nasta que no tiene”.

Como la Saveiro estaba a nombre de la mujer de Macarolo la cargué junto con la Nafta y nos fuimos a hacer la verificación policial a la planta de Belgrano.

Luego de casi tres interminables horas y luchando contra el tiempo para poder llegar al registro y hacer la transferencia, un inspector se acerca a mi nueva camioneta a cumplir su rol.
Con una virulana en la mano raspa una chapa donde está el número de chasis, la mira con detenimiento, la raspa nuevamente, y me dice: “¿Vos sos el titular?”, a lo que respondo: “No, la señora”, señalando Marilú, la mujer de Macarolo.

Marilú es una peruana de unos 25 años de edad y que vive en la Argentina hace 10, pero al parecer no comprendió como vivimos acá, es más, creo que nunca comprendió qué es vivir. No entendía nada de lo que estaba pasando, y yo, tal vez, no quería entender.

Mientras tanto el inspector seguía raspando la maldita chapita y yo me preguntaba “¿Este tipo tiene alguna obsesión con la limpieza?”, la realidad es que los números se veían perfectos, o eso me parecía.

En un momento, me mira fijo, casi con una mirada cómplice la cual no supe decodificar hasta que le dijo a Marilú: “Me parece que ésta se queda acá, mami”, refiriéndose a la Saveiro.

Algo en mi cabeza cerró el circuito y comencé a entender que la situación se tornaba espesa, pero no era posible, no.

El inspector se fue unos instantes y volvió con un espejo y miró por detrás a la famosa y hasta ese momento desconcertante chapita y exclamó: “Bueno mami, la camioneta va a quedar secuestrada, ¿sabés?”. Atónito intentaba encontrarle una solución al escenario que se estaba planteando pero solo alcancé a decir: “¿Por qué?, a lo que el personal de la policía federal, acercándose a mi y por lo bajo respondió:
- Es trucha.
- No me digas!, y ¿ahora?, indagué
- Y bueno, se va a quedar acá y la señora va a quedar detenida.

Pellizcándome casi todas las partes del cuerpo e intentando despertar de aquella pesadilla, llegué a la conclusión de que estaba en serios aprietos. Y digo serios, porque me encontraba junto a una peruana que estaba siendo detenida, mi nueva camioneta secuestrada por la Policía Federal Argentina, y mi querida India pertenecía desde la mañana a Macarolo (eso declaraba el boleto de compra-venta).

Sin pensar demasiado y sin poder hilar una frase llamé a mi viejo y le dije (y todavía sin saber bien porqué): “Hola, llamame en dos”.

¿CÓMO EN DOS? ¿Acaso estaba perdiendo materia gris? No había tiempo para dos minutos, era una situación a controlar de manera inmediata.

Al poco tiempo, Marilú mientras se la llevaban detenida me dijo que llame a Carolo (que recién ahí supe que le dicen Carolo y no Macarolo). Disqué el número sin pensar mucho y dije:
- Hola Carolo, mire la camioneta al parecer es trucha, así que venga a la planta verificadora y por favor traiga el boleto de compra-venta que deshacemos la operación.
- ¿Qué? No puede ser, ya mismo voy a buscarlo al que me la vendió (porque él la había comprado hace solo seis meses).

Luego de media hora, mientras incomunicaban a Marilú, yo esperaba con mi viejo en la puerta del lugar, casi al borde de cortarme el miembro y ahorcarme con él, decidí volver a llamar a Carolo y avisarle la situación de su mujer.

- Hola Carolo, ¿Por dónde anda?
- Acá estoy saliendo para allá, en la casa del tipo este (el ex dueño) no hay nadie, así que en un rato llego.
- Está bien, trate de venir rápido porque su mujer está detenida.
- ¿Dete qué? Ya llego, ya llego.
- No se preocupe, yo lo espero, y por favor no se olvide de traerme el boleto de compra-venta.
- Quedate tranquilo, pa.

Luego de unos 40 minutos apareció Carolo con su hija en brazos, porque no pudo dejarla con nadie, le conté la situación y lo acompañé hasta donde se encontraba confiscada su mujer, pero no veía que trajera nada en sus manos, salvo a Lucía.

Temblando y con una gota de sudor rozando mi cara le pregunté:

- Me trajo…
- (Carolo interrumpiendo) Si, ¿Es esto lo tuyo?, sacando un papel arrugado del bolsillo del pantalón.
- Lo abrí con la alegría que abriría un cofre un pirata, sonreí, se lo mostré a mi viejo, el cual con detenimiento lo analizó y rompió delante de nuestros ojos.

Está claro que Carolo (o Macarolo) va a pasar a la historia, es algo que jamás olvidaré, un personaje que cruzó por mi presente para grabarse en mi futuro, en el arcón de nuestras memorias y en estas pocas palabras.